viernes, 13 de julio de 2012

El café del cinerama

El centro del pueblo
 Kerikeri (NZ) al pasar de los días se ha convertido en nuestra nueva casa es un pueblo pequeño en medio de la modernidad, porque claro a penas digo pueblo pequeño se les vendrá a la cabeza algo como un antiguo pueblo del medio oeste americano, pero no...

Aunque al entrar a cualquier lugar, toda la gente se saluda por nombre propio, - "Hola Brad, Que tal va el sembrado?, has tenido una buena temporada de mandarinas este año?" -  le dice Carl cuando Brad entra a la oficina del servicio postal, y claro todos cuentan las historias de los otros, cuando llega nuestro turno en la fila nos dice Carl - "Brad antes trabajaba aquí conmigo, pero se hizo viejo y decidió administrar las plantaciones de su familia" - Nosotros solo sonreímos y hacemos chistes al salir de la oficina de correos, si! la oficina de correos,  desde donde se envían cartas y postales y se



pueden comprar estampillas con la cara actual de la reina de Inglaterra si se quiere, en donde además venden todas las cosas maravillosas que puede ofrecer una papelería.

Las fuentes de agua del parque
Y nosotros salimos de allí entre risas y sonrisas con la ventaja de hablar otro idioma para pasar desapercibidos mientras vamos a tomarnos un café en el café que queda justo al lado del cine, cruzando la calle, un lugar mágico, donde te sirven las comidas en individuales de viejos disco de acetato, de  paredes plagadas de posters viejos de películas, de esos donde aparecen retratos dibujados  muy pulidos, de los actores y las tramas de las películas, además de la lista de los productos y sus precios escritos en pizarras negras escritas con tiza que cuelgan de las paredes del mostrador, todo muy vintage, todo muy moderno al mismo tiempo.



El cine
El café del cinerama, que combina perfectamente la modernidad de estar situado junto al moderno cine del pueblo, lleno de posters de películas taquilleras actuales, de imágenes digitales y actores de hollywood famosos y así el pasar de los días de un pueblo pequeño donde todos sus habitantes se conocen, donde mientras Samuel y yo tomamos café después de pasar la mañana haciendo vueltas o comprando verduras en el mercado de los domingos,  nos encontramos la mirada curiosa de una señora  que pensó descubrir un romance creciente entre nosotros, desde que nos vio  la primera vez juntos el día de mi cumpleaños, que para celebrarlo como es nuestra tradición, comemos una cena y vamos al cine, y así al parecer ella como muchos otros habitantes de este pequeño pueblo nos habrán seguramente visto con curiosidad tomados de la mano caminando en nuestros paseos matutinos de fin de semana libres.

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